Este oficio, la profesión del actuante, es algo extraordinario. Ya desde la etimología de la palabra, en otros idiomas como el inglés o el francés, Play… Jouer… actuar, o ejecutar un instrumento musical, se conjugan con el mismo verbo que jugar.

La actuación entonces, nos invita a la posibilidad de la niñez... la de seguir jugando…expresando lo que se siente. Claro, no es gratis.  La demanda para situarnos en este territorio de inmensa vitalidad, reclama, justamente, la honestidad de la niñez.

Una de las maravillas que confluyen en esta tarea de “jugar profesionalmente”, atañe al concepto de la integralidad y por ello nos pide: 

  • Entrenar corporalmente, entrenar la flexibilidad, la agilidad, la eutonía, la fuerza, la resistencia, el equilibrio, el impulso, la destreza…permitiendo así, que la sensorialidad aflore potenciada en cada una de nuestras células para estar disponibles artísticamente.

  • Entrenar la musicalidad:  afinar el canto, el tempo, el ritmo, la armonía, la pausa, y la sagrada quietud desde donde todo nace.

  • Entrenar gozosamente la lectura y la escritura por el profundo valor de las palabras y lo que ellas significan para el actor- actriz, la necesidad de poder saborearlas y masticarlas para sacarlas afuera con la contundencia que exige la ficción.

  • Entrenar las variables que nos permitan entrar bajo la piel de un otre, un personaje, con todo lo que ello implica.

  • Entrenar para vernos y escucharnos entre nosotres en la escena, para dejarnos ver y escuchar por el público.

  • Entrenar la capacidad de comprender y sentir al público, y para ello, aprender también a ser público.

  • La imperiosa necesidad de entrenar la concentración que esta profesión nos reclama a cada instante, para disponernos en la escena como lo que somos, seres integrales, seres de cuerpo mente y alma indivisible. 

Disponibles a estudiar, a trabajar, a entrenar contaran con nosotros

Les damos, a todes, la bienvenida


José Kemelmajer. Profesor Titular 

Santiago Silva. Adscripto